sábado, 5 de enero de 2013

sábado, 17 de septiembre de 2011

Amor y Hechos



Cierto día acompañaba a un amigo a hacer unas diligencias y al cruzar cerca de un árbol, él se detuvo y dijo: “Ariel, este árbol está enfermo.”
- ¿Sí? - pregunté yo más desubicado que un esquimal pescando en el desierto del Sahara. - ¿Por qué lo sabes? (Hice esto demostrando mi paupérrimo conocimiento en botánica).
- Mira, tiene parásitos, tiene gusanos, ramas que le cortaron cuando era pequeño… la humedad lo corroe y tiene plantas que le succionan la savia.


¡Sorprendente! Yo pasé junto a ese árbol, lo vi, pero me pareció un simple árbol. Ni siquiera lo miré detalladamente. Es impresionante lo que podemos observar cuando hacemos un pare y miramos un poco más la realidad.
Ese día al anochecer medité acerca de esto. Ese árbol ha estado allí mucho tiempo (mi paupérrima botánica no me permite saber cuánto) y para muchas personas pasa desapercibido.
Me pregunto cuántas personas sabrán acerca de la vida enferma que afronta tal espécimen del reino vegetal.
¿Acaso aparecerá alguien que diga, no importa lo que haya que hacer, voy a buscar la forma para sanar este árbol?
Ahora, conmueve mi ser al saber que Proverbios 14: 21 dice: “Peca el que menosprecia a su prójimo; más el que tiene misericordia del pobre es bienaventurado.
¿Cuántas veces hemos pasado junto a un ser humano, a un semejante, y no nos hemos detenido para mirar un poco más su realidad?


Y si existe la posibilidad para sanar un árbol ¿Cuánto más para sanar a un ser creado a imagen y semejanza de Dios?
Un evangelio limitado a las palabras no es un evangelio real. Hay UN solo evangelio que gira alrededor de UN personaje. Jesucristo fue ungido por el Espíritu Santo para dar buenas nuevas a los pobres. Pero la forma correcta de nosotros, siendo cuerpo de Cristo, de llevar ese mensaje es a través de hechos.
Mira alrededor pero mira con los ojos de Jesucristo y no esperes para mañana para ser un instrumento de Dios que sea útil en sanar a aquel que está enfermo. A aquel que fue abusado, humillado o que fue herido en su pasado, a aquel que fue o es menospreciado y atado a vivir sin sueños ni esperanzas.
Quizás pienses que no tienes nada por ofrecer, pero… ¿Estás seguro de ello?
O… ¿Cuánto has aprendido a amar a tu prójimo como a ti mismo?


Es tiempo de dejar a un lado las discusiones teológicas, debates para resolver quien tiene la doctrina más sana y las vanas palabrerías para dirigir nuestros pasos a dar un mensaje de buenas nuevas donde se transformen vidas pero de la forma como el Arquitecto Perfecto diseñó que debía hacerse: CON AMOR Y HECHOS.